El sapo Humberto estaba muy triste. No tenía ni ganas desaltar. Y es que le habían
contado que las mariposas andaban diciendo que él era un sapo feúcho, feísimo y
requetefeo.
-Feúcho puede ser -dijo Humberto mirándose en el agua de la charca-, pero.... ¡tanto
como requetefeo! Para mí que exageran. Tengo los ojos un poco saltones, eso sí. Y la
piel algo gruesa.... ¡Pero tengo una bonita sonrisa!
Después de mirarse un rato, Humberto le comentó a una mosca:
-Lo que a mí me faltan son colores, ¿no te parece?
Soy verde, todo verde. ¡Si tuviera colores como las mariposas...!
Aunque la mosca no le hizo ningún comentario, el sapo se fue a comprar muchos
colores al almacén de los bichos. Humberto se llevó el azul, el amarillo, el rojo, el rosa
y el naranja. El verde no, porque ¿para qué va a querer el verde un sapo verde?
En cuanto llegó a la charca, sacó un pincel y empezó a pintarse: una pata, azul; la otra, naranja; una mancha amarilla en la cabeza; una estrellita roja en el lomo; y el buche,
rosa. Cuando terminó, el sapo Humberto tenía más colores que cualquier mariposa.
Cuando las mariposas del jardín lo vieron, se acercaron a él.
-¡Feo! ¡Requetefeo! -dijo una de ellas tapándose los
ojos con las patas.
-Y además de feo, mal vestido -dijo una mariposa muy elegante.
¡Pobre Humberto! ¡Y él que estaba tan contento! Tanta vergüenza sintió que se tiró a
la charca para esconderse y se quedó un rato dentro viendo como el agua le borraba
los colores.
Cuando salió todo verde, como siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como
locas.
-¡Ver-de! ¡Sa-po ver-de!– gritaban.
Pero en ese momento, pasó por allí un ave muy hermosa: una calandria tan linda que
las mariposas se callaron para verla bien. La calandria se acercó a la charca para
beber un poco y peinarse las plumas con el pico. Allí vio a Humberto en la orilla, verde, tristón y solo. Entonces dijo en voz bien alta:
-¡Qué sapo tan guapo! ¡Y qué bien le sienta el verde!
Humberto le dio las gracias con su sonrisa gigante, y las mariposas perdieron los
colores de pura vergüenza. Y así se quedaron todo el verano, pálidas, sin color, casi transparentes.
Cuento Sapo Verde
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